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10ª EDICIÓN

CREAMOS JUNTOS. ¿POR QUÉ UN MÁSTER EN COMUNICACIÓN?

“Pretendemos formar a profesionales que gestionen la comunicación y las industrias creativas EN, DESDE y PARA las empresas”.

El MÁSTER en COMUNICACIÓN E INDUSTRIAS CREATIVAS pretende formar a los alumnos para que asuman profesionalmente los retos que plantea una sociedad donde la comunicación creativa es un activo muy valioso en empresas e instituciones de todo tipo.

Y ello tanto desde el organigrama de esas empresas e instituciones –poniendo en valor la gestión de la comunicación entre las prioridades de la organización- como estimulando el trabajo por cuenta propia, los pequeños emprendimientos comunicativos al servicio de otras empresas e instituciones.

¿QUÉ ES LA COMUNICACIÓN?

“El experto que gestiona la comunicación es una pieza clave, y de importancia creciente, en la economía creativa”

COMUNICACIÓN, tal y como la entendemos en el máster, es menos que “comunicación” en sentido general: no pretendemos hablar de todas las formas de comunicación, ni formar comunicólogos ni teóricos de la información y la comunicación. Pero desde luego es más de lo que entendemos por PUBLICIDAD. No es solo que esa palabra, “publicidad”, resulte ahora sospechosa -como antes lo fue “propaganda”- y haya que sustituirla por otra no cargada con connotaciones peyorativas. Es que publicidad se nos queda corta para las dimensiones que hoy día ha tomado la necesidad de comunicar algo en una sociedad de mercado, en una sociedad que llamamos precisamente de la información y del conocimiento, y donde la comunicación es quizá uno de los activos más valiosos.

No nos interesará TODA la COMUNICACIÓN (desde ese punto de vista, la denominación del máster es DEMASIADO EXTENSA). Pero nos interesará algo más que la PUBLICIDAD entendida en el sentido tradicional.

Si hablamos de publicidad, uno se imagina que es el punto final de un proceso: el producto se diseña, se fabrica, de distribuye, y la publicidad nos dice qué maravilloso es, y entonces nosotros lo compramos, lo consumimos, y el cuento acaba bien (o no). Pero es que la COMUNICACIÓN de un producto o un servicio, de una empresa o una institución, de una persona devenida “marca”, no llega (no debe llegar) al final del proceso, y con independencia de éste. La COMUNICACIÓN debe atravesar todo el proceso productivo y más allá: diseño, producción, distribución, comercialización y hasta consumo.

El mismo DISEÑO del producto, ¿no es COMUNICACIÓN? La forma en que está diseñado un coche, una batería de cocina, un mueble de jardín, ¿no comunica valores, símbolos, no connota unas cualidades? ¿No tendrá que haber una armonía entre lo que se diseña (como diseño industrial) y lo que se diseña (como diseño gráfico, publicitario)? Luego en el diseño también hay comunicación.

Por otro lado, está la producción: las cosas se producen en un entorno laboral: pero ese entorno es también comunicativo. No se trata de, a la manera clásica: ¡silencio, estamos trabajando!. El entorno de trabajo es comunicativo: hay relaciones profesionales y personales, hay comunicación de los jefes con los empleados y a la inversa, hay comunicación con los proveedores y directamente con los clientes en ocasiones, hay comunicación con las administraciones públicas, con los bancos (que dan -o no- créditos), hay comunicación directamente de la empresa o la institución con la sociedad a través de las redes sociales, que hay que saber gestionar, hay una responsabilidad social de la empresa que hay que hacer y saber comunicar.

La comercialización del producto también es comunicativa, y la distribución en el punto de venta, y la exhibición de ese producto en los escaparates (físicos o electrónicos) donde podrá ser visto por los potenciales clientes. Todo eso es comunicativo.

Y ¿qué decir del CONSUMO mismo? Es que el producto o servicio, en manos del consumidor o usuario, ¿acaso no es comunicación sobre ambos? Sobre el producto, porque enseña a otros cómo se usa o cómo usarlo de manera alternativa al uso previsto por el fabricante, porque el consumidor deviene una especie de escaparate ambulante donde se exhibe el producto. Y también sobre el consumidor, porque las prácticas de consumo son actos públicos de adscripción a estilos o modos de vida, a maneras de ser, a elecciones que estimulan la emulación (o la distinción) social, motor innegable de más consumo. Qué decir cuando el consumidor, que está cada vez más en las redes sociales, se convierte en prescriptor (o enemigo) del producto, y convierte su uso y disfrute en comunicación destinada a aviso para otros (que la empresa debe conocer y gestionar también comunicativamente).

De ahí la importancia de competencias en DIRECCIÓN Y GESTIÓN EN COMUNICACIÓN en cualquier empresa o institución, porque el producto o servicio es COMUNICACIÓN en buena medida, la COMUNICACIÓN atraviesa todas las fases del proceso, incluso cuando ya no depende del productor o fabricante y ha sido dejado en manos ajenas.

¿Y QUÉ SON LAS INDUSTRIAS CREATIVAS?

“Las INDUSTRIAS CREATIVAS son aquellas que han comprendido que la COMUNICACIÓN es un activo, y que ese activo se nutre de matrices culturales en sentido amplio”.

Pues bien, partamos de un concepto que quizá sea más conocido: las INDUSTRIAS CULTURALES.

Las industrias culturales son, por decirlo así, las que tienen el encargo de PRODUCIR BIENES SIMBÓLICOS. Es decir una COMUNICACIÓN que resulta ser el producto en sí, el fin del proceso productivo: los periódicos, las revistas, las radios, las televisiones, las editoriales, las casas discográficas, las productoras y distribuidores de cine, los creadores de videojuegos o de software recreativo, producen comunicación, convierten una secuencia de comunicación en un bien comercializable y lo fabrican y distribuyen, bien sea en masa o en “gamas” de productos más segmentados.

Todas esas industrias fabrican comunicación directamente, sus productos son simbólicos, comunicativos. Pero si antes hemos dicho que idealmente todas las industrias fabrican de una manera u otra comunicación, ¿dónde está la diferencia?.

Pues bien, el término INDUSTRIAS CREATIVAS se refiere a un conjunto de industrias que son especialmente sensibles a la comunicación: no fabrican directamente productos comunicativos, pero sí fabrican productos que están atravesados por la comunicación de arriba abajo: el diseño industrial y el diseño gráfico, la arquitectura y la planificación urbana (las famosas “ciudades creativas”), el turismo, el software, la moda y los complementos, la cosmética, la gastronomía, los juguetes.

Las INDUSTRIAS CREATIVAS son aquellas que han comprendido (más allá del sector de la producción material y utilitaria al que pertenecen) que la COMUNICACIÓN es un activo, y que ese activo se nutre de matrices culturales en sentido amplio, que gana mucho en su imbricación con el OCIO, con el ENTRETENIMIENTO, con lo que nos hace vibrar y disfrutar, con la EXPERIENCIA.

Es más, las industrias culturales y creativas no solo impulsan el crecimiento a través de la transformación del valor simbólico en valor económico, sino que también se han convertido en elementos clave del sistema de innovación de toda la economía. Es decir, idealmente cabe imaginar una especie de proceso irradiante que, desde un núcleo duro donde residen los más altos valores culturales –las artes plásticas, musicales, literarias, de la representación, el patrimonio histórico y artístico, se proyecte a otros círculos concéntricos de la producción: las industrias culturales clásicas en primera instancia (editorial, discográfica, cinematográfica), pero también a las industrias que hemos llamado creativas y hasta territorios más extensos de la economía, contagiados por ese impulso. Un impulso que consiste en informar la producción (es decir, darle forma), diseñarla (es decir, convertirla en signo) desde presupuestos que conjugan las necesidades comunicativas y la innovación creativa.

La etiqueta «Industrias Creativas» fue reconocida institucionalmente en Gran Bretaña ya en 1998 como competencia del Ministerio de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte del aquel país. Abarca “las actividades que tienen su origen en la creatividad, la habilidad y el talento y que son potencialmente generadoras de riqueza y trabajo a partir de la creación y explotación de la propiedad intelectual”. La denominación recibió un definitivo impulso con la publicación, en abril de 2010 (durante la presidencia española de la Unión Europea), del Libro Verde de las Industrias Culturales y Creativas de la Comisión Europea, ideado para potenciar a los profesionales y empresas de la cultura como catalizadores de riqueza y para reforzar la percepción social sobre el papel de la creación, la producción y el patrimonio cultural como elementos motores de la sociedad contemporánea. Y ello, en cierto modo como paradoja y reto, en un contexto, inédito hasta la fecha, de una sociedad red que propicia una creatividad digamos democratizada, mancomunada, colectiva, que obvia a los intermediarios clásicos y hace de la circulación –enriquecedora– el valor supremo.

Ciertamente, el trabajo creativo que interviene en los productos y servicios generados por las industrias creativas está lejos de ser explicado convenientemente y de ser puesto en valor. Ello es debido a la elevada volatilidad, dinamismo y riesgo de ese trabajo y al hecho de estar recorrido por habilidades a menudo tácitas e informales, lo cual hace sumamente difícil vincular el proceso creativo a una profesión reconocida y remunerada en consonancia con la generación de riqueza que procura.

Según el Informe sobre la Economía Creativa, publicado por la UNESCO en 2014, los ingresos generados por las Industrias Culturales y Creativas en el mundo superaron en 2013 a los que generan las empresas de telefonía. Las ICC dan trabajo a 30 millones de personas en todo el mundo, el 1% de la población activa mundial, y constituye uno de los sectores productivos que emplea a más gente joven, a más mujeres, y con una tasa muy alta de negocios de pequeños emprendedores. En los países desarrollados, el peso del sector sobre la economía ronda el 5%, con una tendencia creciente (desacelerada por la crisis, sin embargo).

La propia UNESCO creó en 2004 la Red de Ciudades Creativas, que cuenta a día de hoy con 116 miembros. Se trata de ciudades que han decidido alentar la creatividad como factor estratégico para un desarrollo urbano sostenible. Los miembros colaboran en el objetivo común de situar la creatividad y las industrias culturales en el centro de sus planes de desarrollo en el ámbito local, pero también cooperar con ciudades del mundo en vías de desarrollo para poner en valor la economía creativa, en particular el turismo. Al asociarse a la red, las ciudades se comprometen a compartir conocimientos, experiencia, habilidades directivas, tecnología y experiencias exitosas, y a buscar socios, tanto públicos como privados y de la sociedad civil, en vistas a: 1) fomentar la creación, producción y distribución de actividades, bienes y servicios culturales; 2) desarrollar nichos de creatividad e innovación y ofrecer oportunidades a creadores y profesionales del sector cultural; 3) mejorar el acceso y la participación de los ciudadanos en la vida cultural, en particular de los grupos sociales más desfavorecidos y vulnerables y 4) integrar plenamente la cultura y la creatividad en planes de desarrollo sostenible. Las ciudades se integran en la red por la excelencia y la puesta en valor de alguno de los siguientes ámbitos creativos: artesanía, artes populares, artes digitales, diseño, cine, gastronomía y música. Entre ellas, hay seis españolas: Sevilla (música), Granada (literatura), Bilbao (diseño), Barcelona (literatura), Burgos (gastronomía) y Denia (gastronomía).

Para una panorámica sobre la comunicación de muchas industrias culturales y creativas en Alicante y provincia, cfr. el nº 65 de la revista Canelobre (junio de 2015), titulado Imagen, diseño y comunicación en Alicante (1975-2015).

NUESTRO OBJETIVO

“Ofrecer una visión integrada y responsable de la Comunicación en el actual contexto de economías creativas y de creación de intangibles, que permita a los participantes profundizar en las ventajas competitivas y oportunidades de la Comunicación como herramienta estratégica de gestión que genera valor a las organizaciones”.

El Máster en Comunicación e Industrias Creativas ofrece a los licenciados y graduados universitarios la formación que les permita dominar tanto las estrategias e instrumentos de gestión, programas y herramientas de Comunicación como una perspectiva sobre las técnicas de dirección y gestión empresarial en el entorno de la economía creativa.

GESTIÓN

Aportar una visión del GESTOR de la Comunicación como profesional altamente cualificado, dotando a los participantes en el Máster de las herramientas y conceptos críticos para el desarrollo de la capacidad emprendedora y de las habilidades directivas, como la planificación estratégica, las técnicas de negociación o el liderazgo, pero también el trabajo en equipo, la optimización de recursos.

COMUNICACIÓN INTEGRAL

Conocer y manejar los aspectos específicos y diferenciales de una gestión de la Comunicación integral, desde el análisis de los fundamentos conceptuales, la organización y planificación o la práctica de la Comunicación a la gestión de intangibles.

HERRAMIENTAS

Dotar además a los participantes de las herramientas de gestión que permitan una visión estratégica, que complemente las destrezas comunicativas con aportes del ámbito organizacional y jurídico, del área comercial y de marketing, de las habilidades personales, de los recursos humanos, de las tecnologías de la información y las herramientas metodológicas de investigación.

INTEGRACIÓN

Integrar a los alumnos en redes de profesionales y directivos de la comunicación de todos los ámbitos del tejido productivo alicantino, valenciano y español: asociaciones y colegios profesionales, asociaciones de agencias y de anunciantes, networking, etc.

CONOCE EL PLAN DE ESTUDIOS QUE TE ESPERA.

Y CREA TU FUTURO.